No recuerdo el día exacto en el que se me metió entre ceja y ceja hacer este viaje, no sé si alguien en concreto dejó la semilla y otra mucha gente fue haciéndola crecer hasta hacerla indispensable, hasta convertirla en una obsesión vital, pero un día me levanté y le dije a mi familia:
"Quiero recorrer la Panamericana en bicicleta"
Quienes me conocen bien saben que no soy un planificador, más bien todo lo contrario. Aunque la idea estaba ahí, perenne e incisiva, he ido posponiéndola.
A principios de 2019 decidí llevarla a cabo "sí o sí". Dejé mi trabajo y abandoné mi rutina con el único objetivo de, por una vez en la vida, hacer un viaje bien planificado.
Dos semanas antes de que empiece el viaje estoy escribiendo este post sin visado para USA, sin seguro médico, sin tarjeta de crédito internacional, sin furgoneta, tienda de campaña, ni absolutamente nada preparado. Sin embargo tengo a Débora.
Mi "plan sin fisuras" era recorrer en bicicleta la Panamericana sólo y durmiendo en tienda de campaña. Quería experimentar una vida en la que el tiempo para mi fuera la prioridad. Gastar menos, restar en necesidades, sentir la Naturaleza, vivir al límite del esfuerzo físico, de la necesidad de socializar para subsistir, de arruinarme y tener que trabajar para poder comer...
Las cosas en la vida vienen cuando menos las esperas, por eso nunca planifico (y porque me da una incalculable pereza).
De la noche a la mañana llegó Débora a mi vida.
Ahora la Panamericana ya no es mi pedrada, es nuestra pedrada. Débora me complementa, me ayuda, me quiere y me entiende. Con ella soy mejor, soy más.
Por eso este plan sin fisuras que estamos a punto de comenzar es ahora un planazo de dos, una aventura diferente, una aventura mejor.
Bienvenida a la Panaventura.