En este post os contamos nuestra llegada a Córdoba y cómo recogimos a La Cobra, nuestra furgoneta del 79 que va a ser nuestra nueva casa en La Panaventura.
De cómo llegamos a Córdoba
Llegamos a Córdoba a las 7:00 de la mañana. Casi seguimos de largo, como la llegada no estaba prevista hasta las 7:35 yo pensé que se trataba de una parada intermedia.
Por lo menos se me ocurrió preguntar. El azafato nos confirmó que estábamos en Córdoba. Con ayuda del muchacho de equipajes, bajamos todos nuestros bártulos.
-Se puede dejar propina por el servicio, si lo desean -mientras nos sonríe nos espeta esta frase que vamos a escuchar mucho los próximos días.
Con todos nuestros aperos, nos arrastramos hasta la cafetería de la estación y hacemos recuento de daños: por el momento parece que tenemos todo con nosotros.
Agos, Dog y La Cobra
Nos tomamos un café que pagamos a millón trecientos mil y esperamos a Doug y a Agos. A la hora y media llega Doug. Es un muchacho joven, alto y rubio. Nos sonríe y nos saluda como si nos conociera de toda la vida. Dice algunas palabras en castellano, pero enseguida Carlos le intercepta y se ponen a hablar en inglés. Nos lleva hacia el coche en el que nos espera Agos, su novia. Han decidido acabar en Córdoba, la ciudad de ella, su viaje de un año por América.
-Nos da mucha pena, ¿saben? Pero no podemos subir de vuelta a los Estados Unidos con ella, porque sería mucha plata… -Agos nos habla con el gesto triste, y ya escuchamos un acento argentino, pero distinto al de Buenos Aires-.
En la puerta de la casa de los padres de Agos está aparcada La Cobra. El corazón nos late deprisa, porque estamos acercándonos a algo que llevábamos mucho tiempo esperando y, por fin, va a suceder.
Nuestro primer día con La Cobra
La Cobra no nos defrauda. Es viejita, pero linda. Por dentro está revestida de madera. Por fuera conserva su color original y el rótulo que le da nombre y que era el modelo que fue comercializado: “Cobra”.
Después de un rato, nos subimos a ella y nos vamos directos al camping municipal “San Martín” que será el sitio en el que pasemos unos días hasta arreglar los papeles y hagamos miles de recados. El seguro de la furgo, las primeras compras, arreglar un poco La Cobra por dentro, y aprender a conducir y a domar a esta furgoneta preciosa, pero inmensa.
La Cobra tiene una radio que no funciona. Tampoco funcionan los limpiaparabrisas. Ni marca a cuántas millas por hora vas, porque el cuentakilómetros está estropeado. La parte de delante está bastante destartalada, pero es absolutamente fiel a como la hicieron hace 40 años.
Tiene justamente ese encanto: el de las cosas viejas, decadentes, pero que se saben con recuerdos, con vivencias, con historia.
Carlos y yo estamos muy contentos. Esta va a ser nuestra primera casa. Nuestro primer hogar juntos. ¡Empieza la Panaventura!



