




Esta vez sí que no sabía por dónde empezar a escribir. ¿Qué cuento? ¿Las vacaciones en Francia? ¿El verano que hemos pasado haciendo kilómetros por España y trabajando? ¿Que nos presentamos otra vez al visado para los Estates y que al final sí nos lo dieron? Si cierro los ojos me viene a la mente: Panamericana, maletas, bicicleta, proyector...
Yo que soy de prosa libre y ligera, pues al final siempre acabo lanzándome sin mirar atrás. Este ha sido un verano intenso, corto, agotador y, sobre todo, de preparativos constantes para nuestro viaje. Y en el que hemos andado un poco, para qué negarlo, como pollo sin cabeza... Pero en septiembre cumplimos ocho meses juntos y estamos felices y contentos porque seguimos avanzando hacia la Panamericana cogidos de la mano.
La despedida
El martes día 8 de octubre reunimos a nuestros amigos de Madrid para verlos antes de marcharnos. Fue un poco como una boda, porque se presentó un montón de gente y nos quedamos con la sensación de no haber podido hablar con nadie, pero con el corazón lleno de abrazos, de palabras hermosas y de mucha energía positiva para esta aventura.
Y con ese mismo buen rollo hemos amanecido ayer por la mañana en Buenos Aires, por fin, después de una despedida bastante multitudinaria en Barajas. Porque nosotros, lo hemos confirmado este mismo 10 de octubre, somos de viajar ligero. “Sólo” nos hemos traído dos maletas tamaño container de barco, un proyector, una bicicleta y una guitarra. Nadita, vaya. La Piquer tomaría nota del ‘Cinema Panaventura’ style.
El aeropuerto
Menos mal que vino un ejército de amigos de Carlos a despedirnos al aeropuerto antes de nuestra Panaventura: Borja (que con su optimismo innato se encargó de meter la bici empaquetada en su coche y que le sobrara espacio), Santi (que se ofreció a la intendencia de quedarse con el coche), Carmen y Sonia (que le regalaron una brújula a Carlos para que no se pierda y se sentaron en las maletas para ayudarnos a cerrarlas), Marta (que nunca falta en ningún acontecimiento) y Bea-sister, que por poco (y gracias a la cada vez más rara frecuencia de Metro de Madrid) no llegó a tiempo para despedirnos. El señor Iberia se portó relativamente bien con nosotros y sólo nos cobró el sobrepeso de una de las maletas.
Volamos desde Barajas hasta Barcelona. Allí nos encontramos con Juanillo, que ni más ni menos se había comprado un billete de avión para entrar en el aeropuerto y tomarse unas cervezas con nosotros. De hecho, descubrimos que en la ‘Mediterranen Terrace’ de El Prat es más barato tomarse cañas que en muchos bares de Madrid. Por suerte cierra a las 23:00 y nuestro vuelo salía a las 01:30, habríamos arriesgado el vuelo.
Cuando la gente nos veía en el aeropuerto no sabía muy bien qué pensar: si seríamos músicos, deportistas de élite, fotógrafos de famosos o si -directamente- recién acabaríamos de salir del circo (y/o de algún sanatorio). Creo que todas las opciones son correctas.
Empezamos, pues...
Los últimos días antes de empezar nuestra Panaventura han sido de nervios, desencuentros, llamadas sin responder, sacar cosas de la maleta (y de quicio) y volverlas a meter y nudo en el estómago constante. El pánico escénico de perseguir un sueño que no sabes adónde te va a llevar es lo que tiene. Pero este salto al vacío os lo dedicamos a todos los que de alguna forma nos habéis dicho “ojalá yo también pudiera”, porque somos conscientes de lo privilegiados que somos.
Ya estamos en Buenos Aires y esta ciudad grande, enérgica y colorida nos está devolviendo poco a poco a nuestro ser. Mañana haremos un asadito para celebrarlo. Y habrá cerveza a espuertas, así que brindaremos por todos los que nos seguís o sonreís al pensar “en qué lío se estarán metiendo ahora estos dos”…