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Débora

Argentina cine en valores La Cobra Panaventura Patagonia Ecofilm Fest

Puerto Pirámides: ballenas, guanacos y proyecciones piratas

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6 diciembre, 2019

En este post os hablamos de Puerto Pirámides y Puerto Madryn. De nuestra proyección en la escuela de secundaria 'Patagonia rebelde' y de una proyección pirata. Os hablamos de ballenas, orcas y guanacos. Y de nuestro acuerdo con el Patagonia Ecofilm Fest.

Puerto Madryn y el hermano de Guillermo

Llegamos a Puerto Madryn para conocer al hermano de nuestro amigo Guillermo que ya os adelanto -atención, spoiler alert- que no llegamos a conocer nunca. También fuimos porque nos hablaron de ballenas, de una península con los atardeceres más bellos del mundo y de muchos animales fantásticos. Carlos y yo, algo descreídos, pasamos los dos primeros días en la ciudad.

- Esto parece Benidorm, pero hace 30 años

- Cuarenta, más bien -a mí siempre me gusta matizar a Carlos, será por aquello de que soy la mayor.

- Lo que tú digas, Doctora.

Nada más llegar, Carlos ya tenía el plan claro: había que llamar a la escuela de Península Valdés, para preguntar si podíamos proyectar y escribir a la gente de un festival de cine medioambiental: el Patagonia Ecofilm Fest, para conoerles y ver si podíamso colaborar con ellos de alguna forma.

¡Patagonia rebelde!

El contacto con la escuelita de secundaria de Puerto Pirámides, el único pueblito de Península Valdés, fue maravillosamente bien. Eugenia, la directora, nos autorizó la entrada a la península para que pudiéramos ahorrarnos el pasaje, y nos invitó a que fuéramos cuando quisiéramos. "Siempre abrimos las puertas de nuestra escuela a todo lo que vaya a ser enriquecedor para los chicos, así que vengan, les esperamos". Allí nos plantamos.

Todo el mundo nos había aconsejado que no viajásemos de noche: “Los animales, sobre todo los guanacos, se cruzan en la ruta y es muy peligroso”. Como no podía ser de otra forma, esperamos casi hasta que se hizo de noche y nos pusimos rumbo a la península.

Ochenta kilómetros y dos horas después, ya de noche cerrada, llegamos al pueblecito y adivinamos cómo llegar al camping municipal. Las puertas estaban abiertas y no había nadie, así que decidimos aparcar La Cobra.

Nada más levantarnos, Carlos me mira y me dice: 'esto es el paraíso'. Y, claramente, lo es. Península Valdés es una reserva natural patrimonio de la UNESCO y uno de los lugares más bonitos y únicos en los que hemos estado jamás. Nos ha sorprendido su naturaleza y todos los nuevos animales que hemos descubierto aquí. Puerto Pirámides es el único lugar en el que se puede permanecer dentro de la península. Se llama así porque los acantilados desde lejos parecen pirámides. Es un pueblecito pequeño, que recibe a nuevos habitantes que se enamoran del sitio y deciden dejarlo todo para vivir allí.

La Escuela secundaria "Patagonia Rebelde" está en el centro del pueblo. Luce grande y bonita, con sus muros llenos de murales de colores que hablan mucho de la historia de Argentina y, también, del mar hacia el que miran. Llevamos nuestro cine itinerante y compartimos una sesión de viernes por la tarde con alumnos, padres y algún docente. Nos contaron que estaban acabando ya el curso y que este año había sido raro, porque estuvieron meses de huelga para reclamar contra el gobierno de la Provincia de Chubut. Denunciaban retrasos en los pagos de sus salarios y una gestión cuanto menos dudosa del patrimonio natural de la provincia. ¿Os suena el fracking y sus consecuencias medioambientales? Pues eso. Pusimos una peli de cine en valores, que les encantó.

Al acabar la proyección se nos acercó uno de los espectadores. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años. "Hacía 20 años que no me sentaba a ver una película. Yo dedico mi vida a la mar y también soy bombero voluntario. Gracias, la disfruté muchísimo". El abrazo que nos dio se nos quedó bien adentro.
Y para terminar este increíble día, Carlos decidió hacer una sesión pirata de cine clásico. Aparcamos la Cobra en el centro de Puerto Pirámides, en la bajada al mar y proyectamos una de Chaplin sobre el muro de uno de los edificios.

Lobos, orcas y guanacos... así, para empezar.

Nuestra visita a Península Valdés fue increíble. Carlos y yo paseamos por la playa y alguna noche nos metemos en el mar para celebrar el privilegio de haber llegado a este lugar. Visitamos la lobería que está pegando al pueblecito, y descubrimos una familia bien grande de lobos marinos. También viajamos hacia el norte, a Caleta Valdés, para intentar ver orcas. Las carreteras en este lugar son muy malas, y tuvimos que circular a 20 kilómetros por hora. Tardamos 4 horas en hacer 80 kilómetros. La Cobra es una señora de cierta edad, y siempre intentamos cuidarla. El guardafauna de Caleta Valdés nos había dicho que si conseguíamos estar al amanecer creía que íbamos a poder ver a la familia de orcas. Carlos y yo estábamos a las cinco de la mañana puntuales, apostados en la lobería, llena de elefantes marinos. De repente, aparecen las orcas muy cerquita de la playa. Por lo visto, son los mayores depredadores marinos, como si fueran un poco "el coco" del mar, y -spoiler alert II- los lobos y elefantes marinos son su desayuno preferido. Carlos y yo nos debatimos entre las ganas de ver a las orcas y la pena que nos da que se zampen a los pobres (e inmensos) elefantes marinos. Ellos, los elefantes, se desperezan tranquilamente en la orilla y se lanzan al agua a darse un chapuzón. Ay... Si ellos supieran..

El mismo guardafauna de Caleta Valdés nos dijo que un poco más allá encontraríamos una pingüinera. Era la primera vez que veíamos pingüinos en libertad. De entre todos los animales del mundo, nos ha sorprendido lo expresivos que son estos animalitos. Son monógamos (normalmente) y para llamar a sus parejas rebuznan como si fueran un burro. También compartimos un rato con los ñandúes, una avestruz patagónica a la que también llaman 'choique', y que es de repartirse las tareas del hogar. Resulta que los machos se encargan de empollar los huevos y de criar a los 'charitos', que persiguen a su padre por los campos patagónicos correteando rapidísimos para no perderle la pista. Ya nos habían hablado de estas aves zancudas, pero cuando vimos a nuestra primera choique, de lejos, corrimos a agarrar la cámara para hacerle una foto.

Nuestros amigos de Southern Spirit nos llevan a ver ballenas

De vuelta a Puerto Pirámides hablamos con la compañía Southern Spirit, una de las que se dedican a llevar turistas al avistaje de ballenas y nos invitan a embarcar con ellos. En nuestro viaje en el barco 'Yellow submarine' vimos delfines. Pero no en plan "ah, mira, un delfín". No. Vimos delfines que hacían volteretas en mitad del mar. Nosotros, ignorantes absolutos en estos animalitos, pensábamos que las piruetas eran cosa del zoo. Pues resulta que con estos movimientos mueven el agua y consiguen agrupar a los pececillos para, a continuación - spoiler alert de nuevo- comérselos. Carlos sostiene que los delfines un día conquistarán el mundo, e incluso parte del universo, y que son demasiado listos y puede que algo malvados. Se ve que nunca se fio de Flipper. Yo sigo viéndolos entrañables y bondadosos, pero... ¡vaya usted a saber!

Y también vimos a las ballenas cuando ya no deberían estar allí. Y descubrimos cómo cuidan de las crías durante su primer año de vida, que son muy muy longevas -pero se desconoce cuánto porque han sido cazadas durante mucho tiempo- y que cada año, puntualmente, unas mil ballenas pasan por Puerto Pirámides en su viaje hacia el sur. Carlos y yo teníamos los ojos bien abiertos y llevamos nuestras cámaras, porque nos hacía ilusión, de alguna forma, devolver algo de esta experiencia tan maravillosa, así que preparamos un vídeo en el que se puede ver lo contenta que estoy. Cuando llegamos por la noche a La Cobra hablamos de la paz que nos había dado ver a estos animales que no habíamos visto antes y de la inmensa suerte que habíamos tenido, porque es muy raro pillar ballenas en diciembre tan al norte.

La cervecería 'Guanaco' y nuestro amigo Maderini

Nuestra estancia en Puerto Pirámides fue muy bonita. Nos invitaron a la inauguración de la cervecería ‘Guanaco’ que hace su propia cerveza con agua de mar. Y también conocimos a Maderini, uno de esos personajes entrañables a los que te llevas en el corazón.

En Argentina, como en Asturias, tienen mucha retranca. Carlos había ido a 'Mari Mari' a comprar y había vuelto muerto de risa. "Estaba un hombre que increpaba, riéndose, a la tendera y le preguntaba que por qué había cosas que no fueran cerveza en las neveras. ¡Tanto queso! ¡Y yogures! ¡¡¡Hay que quitarlo todo y poner cerveza!!!". Nos enteramos de que era Maderini. Es el artista que hace todas las cosas de madera en Puerto Pirámides. Y además es escultor de árboles y de madera en general. Con un talento impresionante y una humildad inesperada. Por este lado del mundo los artistas no se conforman sólo con serlo en una disciplina. Así que un día invitamos a Maderini a desayunar porque nos lo encontramos de casualidad a las 7 de la mañana (mientras esperaba un autobús al que le faltaban un par de horas por llegar). Agarró la guitarra y nos regaló una canción, que habla de la ballena franca. La visita de Maderini a La Cobra nos dio la excusa ¿necesaria? para desayunar durante dos horas.

El acuerdo ¿millonario? con Patagonia Ecofilm Fest

En fin, la semana que pasamos en este lugar del mundo dio para tanto que no cabe en un post, ¡necesitaríamos casi un libro para contarlo!

Como tenemos que seguir viaje, dejamos un trozo de nuestro corazón en este rincón y volvemos a la Ruta 3.

Pero antes pasamos por Puerto Madryn, donde conocimos a Joel, del Patagonia Ecofilm Fest. Felices y contentos de anunciar que vamos a llevar algunos cortos de animación de su festival de cine, como los del guanaco “Caminandes” o la película documental “Nave Tierra” en la que se cuenta cómo se construyó con materiales reciclados la primer casa autosostenible en Ushuaia (Argentina). Nos sentimos felices y contentos porque este paso por Puerto Madryn ha sido increíble. Eso sí, no hemos conseguido conocer al hermano de Guillermo.

Argentina Chaplin cine en valores Panaventura

Playas Doradas: la escuelita que sueña que es un castillo

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28 noviembre, 2019

En este post os hablamos de Puerto Pirámides y Puerto Madryn. De nuestra proyección en la escuela de secundaria 'Patagonia rebelde' y de una proyección pirata. Os hablamos de ballenas, orcas y guanacos. Y de nuestro acuerdo con el Patagonia Ecofilm Fest.

Puerto Madryn y el hermano de Guillermo

Llegamos a Puerto Madryn para conocer al hermano de nuestro amigo Guillermo que ya os adelanto -atención, spoiler alert- que no llegamos a conocer nunca. También fuimos porque nos hablaron de ballenas, de una península con los atardeceres más bellos del mundo y de muchos animales fantásticos. Carlos y yo, algo descreídos, pasamos los dos primeros días en la ciudad.

- Esto parece Benidorm, pero hace 30 años

- Cuarenta, más bien -a mí siempre me gusta matizar a Carlos, será por aquello de que soy la mayor.

- Lo que tú digas, Doctora.

Nada más llegar, Carlos ya tenía el plan claro: había que llamar a la escuela de Península Valdés, para preguntar si podíamos proyectar y escribir a la gente de un festival de cine medioambiental: el Patagonia Ecofilm Fest, para conoerles y ver si podíamso colaborar con ellos de alguna forma.

¡Patagonia rebelde!

El contacto con la escuelita de secundaria de Puerto Pirámides, el único pueblito de Península Valdés, fue maravillosamente bien. Eugenia, la directora, nos autorizó la entrada a la península para que pudiéramos ahorrarnos el pasaje, y nos invitó a que fuéramos cuando quisiéramos. "Siempre abrimos las puertas de nuestra escuela a todo lo que vaya a ser enriquecedor para los chicos, así que vengan, les esperamos". Allí nos plantamos.

Todo el mundo nos había aconsejado que no viajásemos de noche: “Los animales, sobre todo los guanacos, se cruzan en la ruta y es muy peligroso”. Como no podía ser de otra forma, esperamos casi hasta que se hizo de noche y nos pusimos rumbo a la península.

Ochenta kilómetros y dos horas después, ya de noche cerrada, llegamos al pueblecito y adivinamos cómo llegar al camping municipal. Las puertas estaban abiertas y no había nadie, así que decidimos aparcar La Cobra.

Nada más levantarnos, Carlos me mira y me dice: 'esto es el paraíso'. Y, claramente, lo es. Península Valdés es una reserva natural patrimonio de la UNESCO y uno de los lugares más bonitos y únicos en los que hemos estado jamás. Nos ha sorprendido su naturaleza y todos los nuevos animales que hemos descubierto aquí. Puerto Pirámides es el único lugar en el que se puede permanecer dentro de la península. Se llama así porque los acantilados desde lejos parecen pirámides. Es un pueblecito pequeño, que recibe a nuevos habitantes que se enamoran del sitio y deciden dejarlo todo para vivir allí.

La Escuela secundaria "Patagonia Rebelde" está en el centro del pueblo. Luce grande y bonita, con sus muros llenos de murales de colores que hablan mucho de la historia de Argentina y, también, del mar hacia el que miran. Llevamos nuestro cine itinerante y compartimos una sesión de viernes por la tarde con alumnos, padres y algún docente. Nos contaron que estaban acabando ya el curso y que este año había sido raro, porque estuvieron meses de huelga para reclamar contra el gobierno de la Provincia de Chubut. Denunciaban retrasos en los pagos de sus salarios y una gestión cuanto menos dudosa del patrimonio natural de la provincia. ¿Os suena el fracking y sus consecuencias medioambientales? Pues eso. Pusimos una peli de cine en valores, que les encantó.

Al acabar la proyección se nos acercó uno de los espectadores. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años. "Hacía 20 años que no me sentaba a ver una película. Yo dedico mi vida a la mar y también soy bombero voluntario. Gracias, la disfruté muchísimo". El abrazo que nos dio se nos quedó bien adentro.
Y para terminar este increíble día, Carlos decidió hacer una sesión pirata de cine clásico. Aparcamos la Cobra en el centro de Puerto Pirámides, en la bajada al mar y proyectamos una de Chaplin sobre el muro de uno de los edificios.

Lobos, orcas y guanacos... así, para empezar.

Nuestra visita a Península Valdés fue increíble. Carlos y yo paseamos por la playa y alguna noche nos metemos en el mar para celebrar el privilegio de haber llegado a este lugar. Visitamos la lobería que está pegando al pueblecito, y descubrimos una familia bien grande de lobos marinos. También viajamos hacia el norte, a Caleta Valdés, para intentar ver orcas. Las carreteras en este lugar son muy malas, y tuvimos que circular a 20 kilómetros por hora. Tardamos 4 horas en hacer 80 kilómetros. La Cobra es una señora de cierta edad, y siempre intentamos cuidarla. El guardafauna de Caleta Valdés nos había dicho que si conseguíamos estar al amanecer creía que íbamos a poder ver a la familia de orcas. Carlos y yo estábamos a las cinco de la mañana puntuales, apostados en la lobería, llena de elefantes marinos. De repente, aparecen las orcas muy cerquita de la playa. Por lo visto, son los mayores depredadores marinos, como si fueran un poco "el coco" del mar, y -spoiler alert II- los lobos y elefantes marinos son su desayuno preferido. Carlos y yo nos debatimos entre las ganas de ver a las orcas y la pena que nos da que se zampen a los pobres (e inmensos) elefantes marinos. Ellos, los elefantes, se desperezan tranquilamente en la orilla y se lanzan al agua a darse un chapuzón. Ay... Si ellos supieran..

El mismo guardafauna de Caleta Valdés nos dijo que un poco más allá encontraríamos una pingüinera. Era la primera vez que veíamos pingüinos en libertad. De entre todos los animales del mundo, nos ha sorprendido lo expresivos que son estos animalitos. Son monógamos (normalmente) y para llamar a sus parejas rebuznan como si fueran un burro. También compartimos un rato con los ñandúes, una avestruz patagónica a la que también llaman 'choique', y que es de repartirse las tareas del hogar. Resulta que los machos se encargan de empollar los huevos y de criar a los 'charitos', que persiguen a su padre por los campos patagónicos correteando rapidísimos para no perderle la pista. Ya nos habían hablado de estas aves zancudas, pero cuando vimos a nuestra primera choique, de lejos, corrimos a agarrar la cámara para hacerle una foto.

Nuestros amigos de Southern Spirit nos llevan a ver ballenas

De vuelta a Puerto Pirámides hablamos con la compañía Southern Spirit, una de las que se dedican a llevar turistas al avistaje de ballenas y nos invitan a embarcar con ellos. En nuestro viaje en el barco 'Yellow submarine' vimos delfines. Pero no en plan "ah, mira, un delfín". No. Vimos delfines que hacían volteretas en mitad del mar. Nosotros, ignorantes absolutos en estos animalitos, pensábamos que las piruetas eran cosa del zoo. Pues resulta que con estos movimientos mueven el agua y consiguen agrupar a los pececillos para, a continuación - spoiler alert de nuevo- comérselos. Carlos sostiene que los delfines un día conquistarán el mundo, e incluso parte del universo, y que son demasiado listos y puede que algo malvados. Se ve que nunca se fio de Flipper. Yo sigo viéndolos entrañables y bondadosos, pero... ¡vaya usted a saber!

Y también vimos a las ballenas cuando ya no deberían estar allí. Y descubrimos cómo cuidan de las crías durante su primer año de vida, que son muy muy longevas -pero se desconoce cuánto porque han sido cazadas durante mucho tiempo- y que cada año, puntualmente, unas mil ballenas pasan por Puerto Pirámides en su viaje hacia el sur. Carlos y yo teníamos los ojos bien abiertos y llevamos nuestras cámaras, porque nos hacía ilusión, de alguna forma, devolver algo de esta experiencia tan maravillosa, así que preparamos un vídeo en el que se puede ver lo contenta que estoy. Cuando llegamos por la noche a La Cobra hablamos de la paz que nos había dado ver a estos animales que no habíamos visto antes y de la inmensa suerte que habíamos tenido, porque es muy raro pillar ballenas en diciembre tan al norte.

La cervecería 'Guanaco' y nuestro amigo Maderini

Nuestra estancia en Puerto Pirámides fue muy bonita. Nos invitaron a la inauguración de la cervecería ‘Guanaco’ que hace su propia cerveza con agua de mar. Y también conocimos a Maderini, uno de esos personajes entrañables a los que te llevas en el corazón.

En Argentina, como en Asturias, tienen mucha retranca. Carlos había ido a 'Mari Mari' a comprar y había vuelto muerto de risa. "Estaba un hombre que increpaba, riéndose, a la tendera y le preguntaba que por qué había cosas que no fueran cerveza en las neveras. ¡Tanto queso! ¡Y yogures! ¡¡¡Hay que quitarlo todo y poner cerveza!!!". Nos enteramos de que era Maderini. Es el artista que hace todas las cosas de madera en Puerto Pirámides. Y además es escultor de árboles y de madera en general. Con un talento impresionante y una humildad inesperada. Por este lado del mundo los artistas no se conforman sólo con serlo en una disciplina. Así que un día invitamos a Maderini a desayunar porque nos lo encontramos de casualidad a las 7 de la mañana (mientras esperaba un autobús al que le faltaban un par de horas por llegar). Agarró la guitarra y nos regaló una canción, que habla de la ballena franca. La visita de Maderini a La Cobra nos dio la excusa ¿necesaria? para desayunar durante dos horas.

El acuerdo ¿millonario? con Patagonia Ecofilm Fest

En fin, la semana que pasamos en este lugar del mundo dio para tanto que no cabe en un post, ¡necesitaríamos casi un libro para contarlo!

Como tenemos que seguir viaje, dejamos un trozo de nuestro corazón en este rincón y volvemos a la Ruta 3.

Pero antes pasamos por Puerto Madryn, donde conocimos a Joel, del Patagonia Ecofilm Fest. Felices y contentos de anunciar que vamos a llevar algunos cortos de animación de su festival de cine, como los del guanaco “Caminandes” o la película documental “Nave Tierra” en la que se cuenta cómo se construyó con materiales reciclados la primer casa autosostenible en Ushuaia (Argentina). Nos sentimos felices y contentos porque este paso por Puerto Madryn ha sido increíble. Eso sí, no hemos conseguido conocer al hermano de Guillermo.

Argentina cine en valores La Cobra Panaventura

Las Grutas: animales fantásticos, grandes amigos y una biblioteca

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22 noviembre, 2019

En este post os hablamos de Puerto Pirámides y Puerto Madryn. De nuestra proyección en la escuela de secundaria 'Patagonia rebelde' y de una proyección pirata. Os hablamos de ballenas, orcas y guanacos. Y de nuestro acuerdo con el Patagonia Ecofilm Fest.

Puerto Madryn y el hermano de Guillermo

Llegamos a Puerto Madryn para conocer al hermano de nuestro amigo Guillermo que ya os adelanto -atención, spoiler alert- que no llegamos a conocer nunca. También fuimos porque nos hablaron de ballenas, de una península con los atardeceres más bellos del mundo y de muchos animales fantásticos. Carlos y yo, algo descreídos, pasamos los dos primeros días en la ciudad.

- Esto parece Benidorm, pero hace 30 años

- Cuarenta, más bien -a mí siempre me gusta matizar a Carlos, será por aquello de que soy la mayor.

- Lo que tú digas, Doctora.

Nada más llegar, Carlos ya tenía el plan claro: había que llamar a la escuela de Península Valdés, para preguntar si podíamos proyectar y escribir a la gente de un festival de cine medioambiental: el Patagonia Ecofilm Fest, para conoerles y ver si podíamso colaborar con ellos de alguna forma.

¡Patagonia rebelde!

El contacto con la escuelita de secundaria de Puerto Pirámides, el único pueblito de Península Valdés, fue maravillosamente bien. Eugenia, la directora, nos autorizó la entrada a la península para que pudiéramos ahorrarnos el pasaje, y nos invitó a que fuéramos cuando quisiéramos. "Siempre abrimos las puertas de nuestra escuela a todo lo que vaya a ser enriquecedor para los chicos, así que vengan, les esperamos". Allí nos plantamos.

Todo el mundo nos había aconsejado que no viajásemos de noche: “Los animales, sobre todo los guanacos, se cruzan en la ruta y es muy peligroso”. Como no podía ser de otra forma, esperamos casi hasta que se hizo de noche y nos pusimos rumbo a la península.

Ochenta kilómetros y dos horas después, ya de noche cerrada, llegamos al pueblecito y adivinamos cómo llegar al camping municipal. Las puertas estaban abiertas y no había nadie, así que decidimos aparcar La Cobra.

Nada más levantarnos, Carlos me mira y me dice: 'esto es el paraíso'. Y, claramente, lo es. Península Valdés es una reserva natural patrimonio de la UNESCO y uno de los lugares más bonitos y únicos en los que hemos estado jamás. Nos ha sorprendido su naturaleza y todos los nuevos animales que hemos descubierto aquí. Puerto Pirámides es el único lugar en el que se puede permanecer dentro de la península. Se llama así porque los acantilados desde lejos parecen pirámides. Es un pueblecito pequeño, que recibe a nuevos habitantes que se enamoran del sitio y deciden dejarlo todo para vivir allí.

La Escuela secundaria "Patagonia Rebelde" está en el centro del pueblo. Luce grande y bonita, con sus muros llenos de murales de colores que hablan mucho de la historia de Argentina y, también, del mar hacia el que miran. Llevamos nuestro cine itinerante y compartimos una sesión de viernes por la tarde con alumnos, padres y algún docente. Nos contaron que estaban acabando ya el curso y que este año había sido raro, porque estuvieron meses de huelga para reclamar contra el gobierno de la Provincia de Chubut. Denunciaban retrasos en los pagos de sus salarios y una gestión cuanto menos dudosa del patrimonio natural de la provincia. ¿Os suena el fracking y sus consecuencias medioambientales? Pues eso. Pusimos una peli de cine en valores, que les encantó.

Al acabar la proyección se nos acercó uno de los espectadores. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años. "Hacía 20 años que no me sentaba a ver una película. Yo dedico mi vida a la mar y también soy bombero voluntario. Gracias, la disfruté muchísimo". El abrazo que nos dio se nos quedó bien adentro.
Y para terminar este increíble día, Carlos decidió hacer una sesión pirata de cine clásico. Aparcamos la Cobra en el centro de Puerto Pirámides, en la bajada al mar y proyectamos una de Chaplin sobre el muro de uno de los edificios.

Lobos, orcas y guanacos... así, para empezar.

Nuestra visita a Península Valdés fue increíble. Carlos y yo paseamos por la playa y alguna noche nos metemos en el mar para celebrar el privilegio de haber llegado a este lugar. Visitamos la lobería que está pegando al pueblecito, y descubrimos una familia bien grande de lobos marinos. También viajamos hacia el norte, a Caleta Valdés, para intentar ver orcas. Las carreteras en este lugar son muy malas, y tuvimos que circular a 20 kilómetros por hora. Tardamos 4 horas en hacer 80 kilómetros. La Cobra es una señora de cierta edad, y siempre intentamos cuidarla. El guardafauna de Caleta Valdés nos había dicho que si conseguíamos estar al amanecer creía que íbamos a poder ver a la familia de orcas. Carlos y yo estábamos a las cinco de la mañana puntuales, apostados en la lobería, llena de elefantes marinos. De repente, aparecen las orcas muy cerquita de la playa. Por lo visto, son los mayores depredadores marinos, como si fueran un poco "el coco" del mar, y -spoiler alert II- los lobos y elefantes marinos son su desayuno preferido. Carlos y yo nos debatimos entre las ganas de ver a las orcas y la pena que nos da que se zampen a los pobres (e inmensos) elefantes marinos. Ellos, los elefantes, se desperezan tranquilamente en la orilla y se lanzan al agua a darse un chapuzón. Ay... Si ellos supieran..

El mismo guardafauna de Caleta Valdés nos dijo que un poco más allá encontraríamos una pingüinera. Era la primera vez que veíamos pingüinos en libertad. De entre todos los animales del mundo, nos ha sorprendido lo expresivos que son estos animalitos. Son monógamos (normalmente) y para llamar a sus parejas rebuznan como si fueran un burro. También compartimos un rato con los ñandúes, una avestruz patagónica a la que también llaman 'choique', y que es de repartirse las tareas del hogar. Resulta que los machos se encargan de empollar los huevos y de criar a los 'charitos', que persiguen a su padre por los campos patagónicos correteando rapidísimos para no perderle la pista. Ya nos habían hablado de estas aves zancudas, pero cuando vimos a nuestra primera choique, de lejos, corrimos a agarrar la cámara para hacerle una foto.

Nuestros amigos de Southern Spirit nos llevan a ver ballenas

De vuelta a Puerto Pirámides hablamos con la compañía Southern Spirit, una de las que se dedican a llevar turistas al avistaje de ballenas y nos invitan a embarcar con ellos. En nuestro viaje en el barco 'Yellow submarine' vimos delfines. Pero no en plan "ah, mira, un delfín". No. Vimos delfines que hacían volteretas en mitad del mar. Nosotros, ignorantes absolutos en estos animalitos, pensábamos que las piruetas eran cosa del zoo. Pues resulta que con estos movimientos mueven el agua y consiguen agrupar a los pececillos para, a continuación - spoiler alert de nuevo- comérselos. Carlos sostiene que los delfines un día conquistarán el mundo, e incluso parte del universo, y que son demasiado listos y puede que algo malvados. Se ve que nunca se fio de Flipper. Yo sigo viéndolos entrañables y bondadosos, pero... ¡vaya usted a saber!

Y también vimos a las ballenas cuando ya no deberían estar allí. Y descubrimos cómo cuidan de las crías durante su primer año de vida, que son muy muy longevas -pero se desconoce cuánto porque han sido cazadas durante mucho tiempo- y que cada año, puntualmente, unas mil ballenas pasan por Puerto Pirámides en su viaje hacia el sur. Carlos y yo teníamos los ojos bien abiertos y llevamos nuestras cámaras, porque nos hacía ilusión, de alguna forma, devolver algo de esta experiencia tan maravillosa, así que preparamos un vídeo en el que se puede ver lo contenta que estoy. Cuando llegamos por la noche a La Cobra hablamos de la paz que nos había dado ver a estos animales que no habíamos visto antes y de la inmensa suerte que habíamos tenido, porque es muy raro pillar ballenas en diciembre tan al norte.

La cervecería 'Guanaco' y nuestro amigo Maderini

Nuestra estancia en Puerto Pirámides fue muy bonita. Nos invitaron a la inauguración de la cervecería ‘Guanaco’ que hace su propia cerveza con agua de mar. Y también conocimos a Maderini, uno de esos personajes entrañables a los que te llevas en el corazón.

En Argentina, como en Asturias, tienen mucha retranca. Carlos había ido a 'Mari Mari' a comprar y había vuelto muerto de risa. "Estaba un hombre que increpaba, riéndose, a la tendera y le preguntaba que por qué había cosas que no fueran cerveza en las neveras. ¡Tanto queso! ¡Y yogures! ¡¡¡Hay que quitarlo todo y poner cerveza!!!". Nos enteramos de que era Maderini. Es el artista que hace todas las cosas de madera en Puerto Pirámides. Y además es escultor de árboles y de madera en general. Con un talento impresionante y una humildad inesperada. Por este lado del mundo los artistas no se conforman sólo con serlo en una disciplina. Así que un día invitamos a Maderini a desayunar porque nos lo encontramos de casualidad a las 7 de la mañana (mientras esperaba un autobús al que le faltaban un par de horas por llegar). Agarró la guitarra y nos regaló una canción, que habla de la ballena franca. La visita de Maderini a La Cobra nos dio la excusa ¿necesaria? para desayunar durante dos horas.

El acuerdo ¿millonario? con Patagonia Ecofilm Fest

En fin, la semana que pasamos en este lugar del mundo dio para tanto que no cabe en un post, ¡necesitaríamos casi un libro para contarlo!

Como tenemos que seguir viaje, dejamos un trozo de nuestro corazón en este rincón y volvemos a la Ruta 3.

Pero antes pasamos por Puerto Madryn, donde conocimos a Joel, del Patagonia Ecofilm Fest. Felices y contentos de anunciar que vamos a llevar algunos cortos de animación de su festival de cine, como los del guanaco “Caminandes” o la película documental “Nave Tierra” en la que se cuenta cómo se construyó con materiales reciclados la primer casa autosostenible en Ushuaia (Argentina). Nos sentimos felices y contentos porque este paso por Puerto Madryn ha sido increíble. Eso sí, no hemos conseguido conocer al hermano de Guillermo.

Argentina cine en valores La Cobra Panaventura Travel

Un poco de cine y muchos caramelos en Puerto del Este

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17 noviembre, 2019

En este post os hablamos de Puerto Pirámides y Puerto Madryn. De nuestra proyección en la escuela de secundaria 'Patagonia rebelde' y de una proyección pirata. Os hablamos de ballenas, orcas y guanacos. Y de nuestro acuerdo con el Patagonia Ecofilm Fest.

Puerto Madryn y el hermano de Guillermo

Llegamos a Puerto Madryn para conocer al hermano de nuestro amigo Guillermo que ya os adelanto -atención, spoiler alert- que no llegamos a conocer nunca. También fuimos porque nos hablaron de ballenas, de una península con los atardeceres más bellos del mundo y de muchos animales fantásticos. Carlos y yo, algo descreídos, pasamos los dos primeros días en la ciudad.

- Esto parece Benidorm, pero hace 30 años

- Cuarenta, más bien -a mí siempre me gusta matizar a Carlos, será por aquello de que soy la mayor.

- Lo que tú digas, Doctora.

Nada más llegar, Carlos ya tenía el plan claro: había que llamar a la escuela de Península Valdés, para preguntar si podíamos proyectar y escribir a la gente de un festival de cine medioambiental: el Patagonia Ecofilm Fest, para conoerles y ver si podíamso colaborar con ellos de alguna forma.

¡Patagonia rebelde!

El contacto con la escuelita de secundaria de Puerto Pirámides, el único pueblito de Península Valdés, fue maravillosamente bien. Eugenia, la directora, nos autorizó la entrada a la península para que pudiéramos ahorrarnos el pasaje, y nos invitó a que fuéramos cuando quisiéramos. "Siempre abrimos las puertas de nuestra escuela a todo lo que vaya a ser enriquecedor para los chicos, así que vengan, les esperamos". Allí nos plantamos.

Todo el mundo nos había aconsejado que no viajásemos de noche: “Los animales, sobre todo los guanacos, se cruzan en la ruta y es muy peligroso”. Como no podía ser de otra forma, esperamos casi hasta que se hizo de noche y nos pusimos rumbo a la península.

Ochenta kilómetros y dos horas después, ya de noche cerrada, llegamos al pueblecito y adivinamos cómo llegar al camping municipal. Las puertas estaban abiertas y no había nadie, así que decidimos aparcar La Cobra.

Nada más levantarnos, Carlos me mira y me dice: 'esto es el paraíso'. Y, claramente, lo es. Península Valdés es una reserva natural patrimonio de la UNESCO y uno de los lugares más bonitos y únicos en los que hemos estado jamás. Nos ha sorprendido su naturaleza y todos los nuevos animales que hemos descubierto aquí. Puerto Pirámides es el único lugar en el que se puede permanecer dentro de la península. Se llama así porque los acantilados desde lejos parecen pirámides. Es un pueblecito pequeño, que recibe a nuevos habitantes que se enamoran del sitio y deciden dejarlo todo para vivir allí.

La Escuela secundaria "Patagonia Rebelde" está en el centro del pueblo. Luce grande y bonita, con sus muros llenos de murales de colores que hablan mucho de la historia de Argentina y, también, del mar hacia el que miran. Llevamos nuestro cine itinerante y compartimos una sesión de viernes por la tarde con alumnos, padres y algún docente. Nos contaron que estaban acabando ya el curso y que este año había sido raro, porque estuvieron meses de huelga para reclamar contra el gobierno de la Provincia de Chubut. Denunciaban retrasos en los pagos de sus salarios y una gestión cuanto menos dudosa del patrimonio natural de la provincia. ¿Os suena el fracking y sus consecuencias medioambientales? Pues eso. Pusimos una peli de cine en valores, que les encantó.

Al acabar la proyección se nos acercó uno de los espectadores. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años. "Hacía 20 años que no me sentaba a ver una película. Yo dedico mi vida a la mar y también soy bombero voluntario. Gracias, la disfruté muchísimo". El abrazo que nos dio se nos quedó bien adentro.
Y para terminar este increíble día, Carlos decidió hacer una sesión pirata de cine clásico. Aparcamos la Cobra en el centro de Puerto Pirámides, en la bajada al mar y proyectamos una de Chaplin sobre el muro de uno de los edificios.

Lobos, orcas y guanacos... así, para empezar.

Nuestra visita a Península Valdés fue increíble. Carlos y yo paseamos por la playa y alguna noche nos metemos en el mar para celebrar el privilegio de haber llegado a este lugar. Visitamos la lobería que está pegando al pueblecito, y descubrimos una familia bien grande de lobos marinos. También viajamos hacia el norte, a Caleta Valdés, para intentar ver orcas. Las carreteras en este lugar son muy malas, y tuvimos que circular a 20 kilómetros por hora. Tardamos 4 horas en hacer 80 kilómetros. La Cobra es una señora de cierta edad, y siempre intentamos cuidarla. El guardafauna de Caleta Valdés nos había dicho que si conseguíamos estar al amanecer creía que íbamos a poder ver a la familia de orcas. Carlos y yo estábamos a las cinco de la mañana puntuales, apostados en la lobería, llena de elefantes marinos. De repente, aparecen las orcas muy cerquita de la playa. Por lo visto, son los mayores depredadores marinos, como si fueran un poco "el coco" del mar, y -spoiler alert II- los lobos y elefantes marinos son su desayuno preferido. Carlos y yo nos debatimos entre las ganas de ver a las orcas y la pena que nos da que se zampen a los pobres (e inmensos) elefantes marinos. Ellos, los elefantes, se desperezan tranquilamente en la orilla y se lanzan al agua a darse un chapuzón. Ay... Si ellos supieran..

El mismo guardafauna de Caleta Valdés nos dijo que un poco más allá encontraríamos una pingüinera. Era la primera vez que veíamos pingüinos en libertad. De entre todos los animales del mundo, nos ha sorprendido lo expresivos que son estos animalitos. Son monógamos (normalmente) y para llamar a sus parejas rebuznan como si fueran un burro. También compartimos un rato con los ñandúes, una avestruz patagónica a la que también llaman 'choique', y que es de repartirse las tareas del hogar. Resulta que los machos se encargan de empollar los huevos y de criar a los 'charitos', que persiguen a su padre por los campos patagónicos correteando rapidísimos para no perderle la pista. Ya nos habían hablado de estas aves zancudas, pero cuando vimos a nuestra primera choique, de lejos, corrimos a agarrar la cámara para hacerle una foto.

Nuestros amigos de Southern Spirit nos llevan a ver ballenas

De vuelta a Puerto Pirámides hablamos con la compañía Southern Spirit, una de las que se dedican a llevar turistas al avistaje de ballenas y nos invitan a embarcar con ellos. En nuestro viaje en el barco 'Yellow submarine' vimos delfines. Pero no en plan "ah, mira, un delfín". No. Vimos delfines que hacían volteretas en mitad del mar. Nosotros, ignorantes absolutos en estos animalitos, pensábamos que las piruetas eran cosa del zoo. Pues resulta que con estos movimientos mueven el agua y consiguen agrupar a los pececillos para, a continuación - spoiler alert de nuevo- comérselos. Carlos sostiene que los delfines un día conquistarán el mundo, e incluso parte del universo, y que son demasiado listos y puede que algo malvados. Se ve que nunca se fio de Flipper. Yo sigo viéndolos entrañables y bondadosos, pero... ¡vaya usted a saber!

Y también vimos a las ballenas cuando ya no deberían estar allí. Y descubrimos cómo cuidan de las crías durante su primer año de vida, que son muy muy longevas -pero se desconoce cuánto porque han sido cazadas durante mucho tiempo- y que cada año, puntualmente, unas mil ballenas pasan por Puerto Pirámides en su viaje hacia el sur. Carlos y yo teníamos los ojos bien abiertos y llevamos nuestras cámaras, porque nos hacía ilusión, de alguna forma, devolver algo de esta experiencia tan maravillosa, así que preparamos un vídeo en el que se puede ver lo contenta que estoy. Cuando llegamos por la noche a La Cobra hablamos de la paz que nos había dado ver a estos animales que no habíamos visto antes y de la inmensa suerte que habíamos tenido, porque es muy raro pillar ballenas en diciembre tan al norte.

La cervecería 'Guanaco' y nuestro amigo Maderini

Nuestra estancia en Puerto Pirámides fue muy bonita. Nos invitaron a la inauguración de la cervecería ‘Guanaco’ que hace su propia cerveza con agua de mar. Y también conocimos a Maderini, uno de esos personajes entrañables a los que te llevas en el corazón.

En Argentina, como en Asturias, tienen mucha retranca. Carlos había ido a 'Mari Mari' a comprar y había vuelto muerto de risa. "Estaba un hombre que increpaba, riéndose, a la tendera y le preguntaba que por qué había cosas que no fueran cerveza en las neveras. ¡Tanto queso! ¡Y yogures! ¡¡¡Hay que quitarlo todo y poner cerveza!!!". Nos enteramos de que era Maderini. Es el artista que hace todas las cosas de madera en Puerto Pirámides. Y además es escultor de árboles y de madera en general. Con un talento impresionante y una humildad inesperada. Por este lado del mundo los artistas no se conforman sólo con serlo en una disciplina. Así que un día invitamos a Maderini a desayunar porque nos lo encontramos de casualidad a las 7 de la mañana (mientras esperaba un autobús al que le faltaban un par de horas por llegar). Agarró la guitarra y nos regaló una canción, que habla de la ballena franca. La visita de Maderini a La Cobra nos dio la excusa ¿necesaria? para desayunar durante dos horas.

El acuerdo ¿millonario? con Patagonia Ecofilm Fest

En fin, la semana que pasamos en este lugar del mundo dio para tanto que no cabe en un post, ¡necesitaríamos casi un libro para contarlo!

Como tenemos que seguir viaje, dejamos un trozo de nuestro corazón en este rincón y volvemos a la Ruta 3.

Pero antes pasamos por Puerto Madryn, donde conocimos a Joel, del Patagonia Ecofilm Fest. Felices y contentos de anunciar que vamos a llevar algunos cortos de animación de su festival de cine, como los del guanaco “Caminandes” o la película documental “Nave Tierra” en la que se cuenta cómo se construyó con materiales reciclados la primer casa autosostenible en Ushuaia (Argentina). Nos sentimos felices y contentos porque este paso por Puerto Madryn ha sido increíble. Eso sí, no hemos conseguido conocer al hermano de Guillermo.

Argentina Chaplin cine en valores La Cobra Panaventura

Escuela hogar de Chipauquil: Chaplin, canelones y pádel

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13 noviembre, 2019

En este post os hablamos de Puerto Pirámides y Puerto Madryn. De nuestra proyección en la escuela de secundaria 'Patagonia rebelde' y de una proyección pirata. Os hablamos de ballenas, orcas y guanacos. Y de nuestro acuerdo con el Patagonia Ecofilm Fest.

Puerto Madryn y el hermano de Guillermo

Llegamos a Puerto Madryn para conocer al hermano de nuestro amigo Guillermo que ya os adelanto -atención, spoiler alert- que no llegamos a conocer nunca. También fuimos porque nos hablaron de ballenas, de una península con los atardeceres más bellos del mundo y de muchos animales fantásticos. Carlos y yo, algo descreídos, pasamos los dos primeros días en la ciudad.

- Esto parece Benidorm, pero hace 30 años

- Cuarenta, más bien -a mí siempre me gusta matizar a Carlos, será por aquello de que soy la mayor.

- Lo que tú digas, Doctora.

Nada más llegar, Carlos ya tenía el plan claro: había que llamar a la escuela de Península Valdés, para preguntar si podíamos proyectar y escribir a la gente de un festival de cine medioambiental: el Patagonia Ecofilm Fest, para conoerles y ver si podíamso colaborar con ellos de alguna forma.

¡Patagonia rebelde!

El contacto con la escuelita de secundaria de Puerto Pirámides, el único pueblito de Península Valdés, fue maravillosamente bien. Eugenia, la directora, nos autorizó la entrada a la península para que pudiéramos ahorrarnos el pasaje, y nos invitó a que fuéramos cuando quisiéramos. "Siempre abrimos las puertas de nuestra escuela a todo lo que vaya a ser enriquecedor para los chicos, así que vengan, les esperamos". Allí nos plantamos.

Todo el mundo nos había aconsejado que no viajásemos de noche: “Los animales, sobre todo los guanacos, se cruzan en la ruta y es muy peligroso”. Como no podía ser de otra forma, esperamos casi hasta que se hizo de noche y nos pusimos rumbo a la península.

Ochenta kilómetros y dos horas después, ya de noche cerrada, llegamos al pueblecito y adivinamos cómo llegar al camping municipal. Las puertas estaban abiertas y no había nadie, así que decidimos aparcar La Cobra.

Nada más levantarnos, Carlos me mira y me dice: 'esto es el paraíso'. Y, claramente, lo es. Península Valdés es una reserva natural patrimonio de la UNESCO y uno de los lugares más bonitos y únicos en los que hemos estado jamás. Nos ha sorprendido su naturaleza y todos los nuevos animales que hemos descubierto aquí. Puerto Pirámides es el único lugar en el que se puede permanecer dentro de la península. Se llama así porque los acantilados desde lejos parecen pirámides. Es un pueblecito pequeño, que recibe a nuevos habitantes que se enamoran del sitio y deciden dejarlo todo para vivir allí.

La Escuela secundaria "Patagonia Rebelde" está en el centro del pueblo. Luce grande y bonita, con sus muros llenos de murales de colores que hablan mucho de la historia de Argentina y, también, del mar hacia el que miran. Llevamos nuestro cine itinerante y compartimos una sesión de viernes por la tarde con alumnos, padres y algún docente. Nos contaron que estaban acabando ya el curso y que este año había sido raro, porque estuvieron meses de huelga para reclamar contra el gobierno de la Provincia de Chubut. Denunciaban retrasos en los pagos de sus salarios y una gestión cuanto menos dudosa del patrimonio natural de la provincia. ¿Os suena el fracking y sus consecuencias medioambientales? Pues eso. Pusimos una peli de cine en valores, que les encantó.

Al acabar la proyección se nos acercó uno de los espectadores. Un hombre de unos cincuenta o sesenta años. "Hacía 20 años que no me sentaba a ver una película. Yo dedico mi vida a la mar y también soy bombero voluntario. Gracias, la disfruté muchísimo". El abrazo que nos dio se nos quedó bien adentro.
Y para terminar este increíble día, Carlos decidió hacer una sesión pirata de cine clásico. Aparcamos la Cobra en el centro de Puerto Pirámides, en la bajada al mar y proyectamos una de Chaplin sobre el muro de uno de los edificios.

Lobos, orcas y guanacos... así, para empezar.

Nuestra visita a Península Valdés fue increíble. Carlos y yo paseamos por la playa y alguna noche nos metemos en el mar para celebrar el privilegio de haber llegado a este lugar. Visitamos la lobería que está pegando al pueblecito, y descubrimos una familia bien grande de lobos marinos. También viajamos hacia el norte, a Caleta Valdés, para intentar ver orcas. Las carreteras en este lugar son muy malas, y tuvimos que circular a 20 kilómetros por hora. Tardamos 4 horas en hacer 80 kilómetros. La Cobra es una señora de cierta edad, y siempre intentamos cuidarla. El guardafauna de Caleta Valdés nos había dicho que si conseguíamos estar al amanecer creía que íbamos a poder ver a la familia de orcas. Carlos y yo estábamos a las cinco de la mañana puntuales, apostados en la lobería, llena de elefantes marinos. De repente, aparecen las orcas muy cerquita de la playa. Por lo visto, son los mayores depredadores marinos, como si fueran un poco "el coco" del mar, y -spoiler alert II- los lobos y elefantes marinos son su desayuno preferido. Carlos y yo nos debatimos entre las ganas de ver a las orcas y la pena que nos da que se zampen a los pobres (e inmensos) elefantes marinos. Ellos, los elefantes, se desperezan tranquilamente en la orilla y se lanzan al agua a darse un chapuzón. Ay... Si ellos supieran..

El mismo guardafauna de Caleta Valdés nos dijo que un poco más allá encontraríamos una pingüinera. Era la primera vez que veíamos pingüinos en libertad. De entre todos los animales del mundo, nos ha sorprendido lo expresivos que son estos animalitos. Son monógamos (normalmente) y para llamar a sus parejas rebuznan como si fueran un burro. También compartimos un rato con los ñandúes, una avestruz patagónica a la que también llaman 'choique', y que es de repartirse las tareas del hogar. Resulta que los machos se encargan de empollar los huevos y de criar a los 'charitos', que persiguen a su padre por los campos patagónicos correteando rapidísimos para no perderle la pista. Ya nos habían hablado de estas aves zancudas, pero cuando vimos a nuestra primera choique, de lejos, corrimos a agarrar la cámara para hacerle una foto.

Nuestros amigos de Southern Spirit nos llevan a ver ballenas

De vuelta a Puerto Pirámides hablamos con la compañía Southern Spirit, una de las que se dedican a llevar turistas al avistaje de ballenas y nos invitan a embarcar con ellos. En nuestro viaje en el barco 'Yellow submarine' vimos delfines. Pero no en plan "ah, mira, un delfín". No. Vimos delfines que hacían volteretas en mitad del mar. Nosotros, ignorantes absolutos en estos animalitos, pensábamos que las piruetas eran cosa del zoo. Pues resulta que con estos movimientos mueven el agua y consiguen agrupar a los pececillos para, a continuación - spoiler alert de nuevo- comérselos. Carlos sostiene que los delfines un día conquistarán el mundo, e incluso parte del universo, y que son demasiado listos y puede que algo malvados. Se ve que nunca se fio de Flipper. Yo sigo viéndolos entrañables y bondadosos, pero... ¡vaya usted a saber!

Y también vimos a las ballenas cuando ya no deberían estar allí. Y descubrimos cómo cuidan de las crías durante su primer año de vida, que son muy muy longevas -pero se desconoce cuánto porque han sido cazadas durante mucho tiempo- y que cada año, puntualmente, unas mil ballenas pasan por Puerto Pirámides en su viaje hacia el sur. Carlos y yo teníamos los ojos bien abiertos y llevamos nuestras cámaras, porque nos hacía ilusión, de alguna forma, devolver algo de esta experiencia tan maravillosa, así que preparamos un vídeo en el que se puede ver lo contenta que estoy. Cuando llegamos por la noche a La Cobra hablamos de la paz que nos había dado ver a estos animales que no habíamos visto antes y de la inmensa suerte que habíamos tenido, porque es muy raro pillar ballenas en diciembre tan al norte.

La cervecería 'Guanaco' y nuestro amigo Maderini

Nuestra estancia en Puerto Pirámides fue muy bonita. Nos invitaron a la inauguración de la cervecería ‘Guanaco’ que hace su propia cerveza con agua de mar. Y también conocimos a Maderini, uno de esos personajes entrañables a los que te llevas en el corazón.

En Argentina, como en Asturias, tienen mucha retranca. Carlos había ido a 'Mari Mari' a comprar y había vuelto muerto de risa. "Estaba un hombre que increpaba, riéndose, a la tendera y le preguntaba que por qué había cosas que no fueran cerveza en las neveras. ¡Tanto queso! ¡Y yogures! ¡¡¡Hay que quitarlo todo y poner cerveza!!!". Nos enteramos de que era Maderini. Es el artista que hace todas las cosas de madera en Puerto Pirámides. Y además es escultor de árboles y de madera en general. Con un talento impresionante y una humildad inesperada. Por este lado del mundo los artistas no se conforman sólo con serlo en una disciplina. Así que un día invitamos a Maderini a desayunar porque nos lo encontramos de casualidad a las 7 de la mañana (mientras esperaba un autobús al que le faltaban un par de horas por llegar). Agarró la guitarra y nos regaló una canción, que habla de la ballena franca. La visita de Maderini a La Cobra nos dio la excusa ¿necesaria? para desayunar durante dos horas.

El acuerdo ¿millonario? con Patagonia Ecofilm Fest

En fin, la semana que pasamos en este lugar del mundo dio para tanto que no cabe en un post, ¡necesitaríamos casi un libro para contarlo!

Como tenemos que seguir viaje, dejamos un trozo de nuestro corazón en este rincón y volvemos a la Ruta 3.

Pero antes pasamos por Puerto Madryn, donde conocimos a Joel, del Patagonia Ecofilm Fest. Felices y contentos de anunciar que vamos a llevar algunos cortos de animación de su festival de cine, como los del guanaco “Caminandes” o la película documental “Nave Tierra” en la que se cuenta cómo se construyó con materiales reciclados la primer casa autosostenible en Ushuaia (Argentina). Nos sentimos felices y contentos porque este paso por Puerto Madryn ha sido increíble. Eso sí, no hemos conseguido conocer al hermano de Guillermo.